Nota: Lean como proyecta el enemigo…estrategia
sin tiempo (el masón cae pero la causa sigue, sigue la pelea)…en este caso el
plan de obtener un Papa con pensamiento
masónico (convencido de que los ideales masones están por encima de los
católicos) tiene más de 250 años…Y por lo que se viene viviendo hace más de 100 años hasta la
actualidad, los masones lograron mucho más de lo que planearon…Pero a pesar de
que esta sea su hora, (no lo será por mucho tiempo). No podrán destruir la
Iglesia que hoy (por el momento) se encuentra tomada por varios enemigos
internos… Para los que no lo saben “La alta Venta” es la masonería italiana
llamada también de los “Carbonarios” cuyo líder fué el asesino, enemigo de la
Iglesia católica, de los tronos y del papado Giuseppe Mazzini (1805-1872). El fragmento de
esta antigua obra: “El problema de la
hora presente”. Hoy más que nunca es de una gran actualidad.
¿Cómo hombres inteligentes – y ciertamente
los Cuarenta lo eran; Nubius, su jefe, tenía más que inteligencia, era un
hombre de genio infernal – cómo pudieron aceptar engancharse en una empresa tan
loca? Ellos se metieron ahí, lo vemos por su
correspondencia, se metieron ahí con entusiasmo. Un odio satánico los animaba y
toda pasión crea la ilusión.
Las
Instrucciones habían ido primeramente al encuentro de las objeciones.
“El
Papa, sea quien fuere, no vendrá jamás a las sociedades secretas. No
pretendemos ganar a los Papas para nuestra causa, hacerlos neófitos de nuestros
principios, propagadores de nuestras ideas. Sería un sueño ridículo, y,
cualquiera sea la manera como se den los acontecimientos, que cardenales o
prelados, por ejemplo, sean introducidos de plena voluntad o por sorpresa en
una parte de nuestros secretos, y aún eso no sería motivo para desear su
elevación a la Sede de Pedro. Esta elevación nos perdería. La ambición los
habría conducido a la apostasía, las necesidades del poder los forzarían a
inmolarnos”.
Lo que la secta deseaba, no era pues un Papa
franc-masón; lo que la Alta-Venta estaba encargada de procurarle no era
asimismo un Papa consagrado a la Sectas; si ella encontraba un candidato tal al
trono pontificio, no debería trabajar para hacerlo llegar a él. ¿Qué quería? Las Instrucciones lo
dicen: “Lo
que debemos pedir, lo que debemos buscar y esperar como los judíos esperan al
Mesías, es un Papa según nuestras necesidades”.
¿Cómo entendían ellos ese Papa según sus
necesidades? Lo vemos en las Instrucciones: “Alejandro VI no nos convendría pues jamás
erró en materias religiosas (1). Un Clemente
XIV al contrario, sería nuestra solución, de los pies a la cabeza (2). Borgia ha sido anatematizado por todos los
vicios de la filosofía y de la incredulidad y debe ese anatema al vigor con el
que defendió la Iglesia. Ganaganelli se entregó atado de pies y manos a los
ministros de los Borbones que le daban miedo, a los incrédulos que celebraban
la tolerancia, y Ganganelli se convirtió en un muy gran Papa (3) (a los ojos de
los filósofos). Es casi en esas condiciones que necesitaríamos uno, si todavía
es posible. Con eso marcharemos más seguramente al asalto de la Iglesia que con
los panfletos de nuestros hermanos de Francia y el mismo oro de Inglaterra
¿Quieren saber la razón? Es que con eso, para romper la roca sobre la cual DIOS
ha construido su Iglesia, no necesitamos más de vinagre anibalense, ni de
pólvora de cañón, ni de nuestros mismos brazos. Tenemos el meñique del sucesor
de Pedro comprometido en el complot y ese meñique vale para esta cruzada todos
los Urbanos II y todos los San Bernardo de la cristiandad”.
Después de haber trazado así el retrato de
ese Papa quimérico, y haber dicho lo que la secta podría esperar de aquel que
lo realizaría, las Instrucciones agregan:
“No dudamos llegar a ese término supremo de nuestros esfuerzos. Nada debe desviarnos del plan trazado; al contrario, todo debe tender a él. La obra está apenas esbozada; pero desde hoy debemos trabajar en ella con el mismo ardor que si el éxito debiera coronarla mañana”.
Las Instrucciones indican entonces el gran
medio a tomar para que esas esperanzas se hagan realidad, el género de trabajo
al que la Alta–Venta se debe aplicar para que sus esfuerzos sean un día
coronados por el éxito: “En consecuencia, para asegurarnos un Papa de las
proporciones exigidas, se trata de fabricarle, a este Papa, una generación
digna del reino que soñamos”. Siguen
las instrucciones que les hemos indicado para la corrupción de las costumbres y
las ideas en la juventud laica y sobre todo en la juventud clerical. “En algunos años, ese joven clero habrá,
por la fuerza de las cosas, invadido todas las funciones, gobernará,
administrará, juzgará, formará el consejo del soberano, será llamado a elegir
al Pontífice que debe reinar, y ese Pontífice, como la mayoría de sus
contemporáneos, estará necesariamente más o menos imbuido de los principios
italianos y humanitarios que vamos a empezar a poner en circulación”.
“En el camino que
trazamos a nuestros hermanos, concluyen las Instrucciones, se encuentran
grandes obstáculos a vencer, dificultades de toda clase a superar. Se triunfará
de ellos por la experiencia y por la perspicacia; pero el objetivo es tan
excelente que importa poner todas las velas al viento para alcanzarlo. Busquen
al Papa del cual acabamos de hacer el retrato. Tiendan sus redes en el fondo de
las sacristías, los seminarios y los conventos. El pescador de peces se hace
pescador de hombres; ustedes, llevarán amigos (nuestros) alrededor de la cátedra
apostólica. Habrán predicado una revolución con tiara y capa pluvial, marchando
con la cruz y la bandera, una revolución que no tendrá necesidad más que de ser
un poco aguijoneada para poner fuego a los cuatro rincones del mundo. Que cada
acto de vuestra vida tienda pues la descubrimiento de esta piedra filosofal”.
Mientras que los Mazzinistas trabajaban en
el derrocamiento de los tronos, los Cuarenta no se ocupaban más que de la obra
que les había sido encomendada. El 5 de enero de 1846, Pequeño–Tigre escribía a
Nubius: “El viaje que acabo de terminar
en Europa ha sido tan feliz y tan productivo como lo podíamos esperar. De ahora
en adelante no nos resta más que poner manos a la obra para llegar al desenlace
de la comedia. Su creo en las noticias que me comunican aquí, alcanzamos la
época tan deseada. La caída de los tronos no ofrece
ya dudas para mí, que vengo de observar en Francia, Suiza, Alemania y hasta en
Rusia, el trabajo de nuestras sociedades. Pero esta victoria no es sino
aquella que han provocado todos los sacrificios que hemos hecho. Este es uno
más precioso, más duradero y
que
ansiamos desde hace mucho tiempo. Sus cartas y las de los amigos de los Estado
Romanos, nos permiten esperarlo; es el fin al que tendemos, es el término a
donde queremos llegar. Para matar seguramente al
viejo mundo (la civilización cristiana), hemos creído que era necesario ahogar
el germen católico, y ustedes, con la audacia del genio, ustedes se han
ofrecido para golpear la cabeza con la honda de un nuevo David, al Goliat
pontificio. Está muy bien, pero ¿cuándo golpearán? Tengo prisa de ver a
las sociedades secretas luchando con los cardenales del Espíritu Santo”.
Piccolo-Tigre decía además: “No conspiramos
sino contra Roma. Para esto, sirvámonos de todos los incidentes, saquemos
provecho de todas las circunstancias. La Revolución en la Iglesia es la
Revolución permanente, es el derribamiento obligado de los tronos y de las
dinastías”.
La Revolución de 1830 estalló, no tuvo el
éxito que la secta esperaba de ella. Los Cuarenta se pusieron de nuevo
inmediatamente a la obra que el viento de los motines había forzado a
suspender: es decir, a esparcir en el clero “las doctrinas de libertad”, con
el deseo de ver al Papa ponerse a la cabeza de aquellos que lo reivindicarían (4).
Monseñor
Delassus “El problema de la hora presente”.
Notas:
(1) DIOS
da la infalibilidad doctrinal al Papa, no lo hace impecable. Esto es lo que
tuvo cuidado en hacer notar Mons. Regnier en la Instrucción pastoral que
escribió sobre el Concilio Ecuménico del Vaticano I. Como todo otro hombre, el
Papa debe velar para su propia salvación con temor y temblor. “El continúa,
golpeándose el pecho antes de subir al altar, confesando que mucho has “pecado por pensamientos, por palabras y por
acciones”. Pide humildemente a aquellos de sus hermanos que lo rodean que “rueguen por él a Señor nuestro Dios”. Y
éstos le responden: “Que el Señor Todopoderoso tenga piedad de vos, y que,
habiéndoos perdonado vuestros pecados, os conduzca a la vida eterna”.
(2) Clemente
XVI no erró más que sus predecesores y sus sucesores en la Sede de Pedro; pero
promulgó el célebre Breve Dominus Ad Redemptor que acordaba a los príncipes
aliados la abolición de la Compañía de JESÚS, rehusando sin embargo,
condenarla. “Aquellos que acusan la
debilidad de Clemente XIV, dice L. Veuillot, no se ponen en su lugar, no ven
como era la situación”. “¡Pobre Papa!, se lamentó San Alfonso de Ligorio
conociendo la dolorosa noticia: ¡Pobre Papa!, ¿qué podía hacer?” Y después
de un momento: “¡Voluntad del Papa,
voluntad de Dios!”. Y se impuso un inviolable silencio. Clemente XIV murió
sin haber visto establecer la tranquilidad en la Iglesia, sin haber podido
conquistarla por sí mismo.
(3) N. T :
se refiere al mismo Papa Clemente XIV (1769-74), cuyo nombre antes de ser
electo era Juan Vicente Antonio Ganganelli, perteneciente a la familia
Ganganelli, oriunda de Rimini, Italia.
(4) Palabras
ya referidas con relación a Gioberti.
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