sábado, 26 de septiembre de 2020

HIMNO A JUANA DE ARCO –– CONTRA LA FRANCMSONERÍA. (22 de Agosto de 1893.)


 



I. —Sublime hija de la Lorena. De rodillas te imploramos; —Ven y sé nuestra guía. —Tú nos respondes: “¡Levantaos franceses!”—“En la ciudad y en la aldea” –– “¡Unid vuestros corazones” —“Llegó la hora de la cruzada —Contra el enemigo francmasón!”

 

Coro. –– ¡Gloria a Juana! — ¡Gloria! — Con el auxilio de Dios, la victoria —Alcanzarán nuestros nobles corazones. — ¡Elevemos nuestros corazones! — ¡Que hemos de salir vencedores! ¡Gloria a Juana! ¡Gloria! ¡Gloria!

 

II. — Nombres de Jesús y de María, –– Con vuestra protección venceremos. —La infernal masonería — Colmó ya nuestras desgracias. — ¡Audaz! ¡Ved cuántos ultrajes!... — De Juana sigamos el ejemplo. — ¡Audaz! Reanimemos nuestro valor; —Nuestro enemigo es el francmasón!

 

Coro. — ¡Gloria a Juana! etc.

 

III. — De las sombrías hordas masónicas –– Aprendamos a descubrir las maquinaciones. — ¡Vamos, con Dios, católicos, — Contra Satán y sus secuaces! — Ha vuelto la esperanza a nuestro corazon; — Ya no hay que sufrir la esclavitud. —Habló Juana: ¡A los infames! — Nuestro enemigo es el franc-mason.

 

Coro. — ¡Gloria a Juana! etc.

 

IV. — En su lóbrega madriguera, el enemigo — Dícese dueño de nuestra suerte. — ¡Oh Juana de Arco, en esta guerra, — Es la apuesta de vida o de muerte! — ¡Al combate! y sigamos tu ejemplo, — O lentamente pereceremos. — ¡Destruyamos el templo de Satán! — ¡Dios lo quiere! No más franc-masones!


Coro. — ¡Gloria a Juana! etc.

 


jueves, 3 de septiembre de 2020

“DE LAS DOS BANDERAS” “DE CRISTO Y LUCIFER” Tomado de los Ejercicios Espirituales del San Ignacio de Loyola – Por el P. Carlos Gregorio Rosignoli, de la Compañía de Jesús. (Primera parte – La bandera de Lucifer)





   No contento San Ignacio con habernos propuesto una consideración del reino de Cristo, formó otra más eficaz, que llamó de las dos banderas, para alentarnos más el corazon, y dar bríos para seguir al Salvador; porque viendo realmente, que él nos llama y convida a empresas dificultosas, quizá tendríamos menos ánimo para seguirle, si no se hallase reforzado con nueva eficacia de un llamamiento incontrastable: y esto obra fuerte y suavemente la consideración de las dos banderas, benemérita de tantas religiones, a quien ha dado sujetos de grandísima estimación; porque en esta consideración se suele hacer la elección, o la reforma del estado de la vida: punto sobre todos los otros importantísimo, de que aquí no hablaré palabra, habiendo dicho todo lo que conviene en el libro de la Sabia elección, a que remito al lector.

   Aquí se miran en campaña dos capitanes, de la una parte Cristo, Señor nuestro, y la del otro Lucifer; el uno, a contraposición del otro, llama soldados y hecha pregón, con qué sueldo, y a qué fin se ha de militar y pelear bajo de su bandera: cada uno ofrece sus bienes; el uno presentes, (es verdad) pero mezquinos y breves; el otro algo lejos, como venideros, pero ciertos, cuanto lo es el mismo Dios, pues son eternos. Ahora vos, antes de extender la mano a coger los unos o los otros, antes de entrar el pie en la cadena de Luzbel, o el cuello en el yugo de Cristo, miradlos bien, y comparad unos con otros. Cierto es, que al ver que la paga de Luzbel, (aun cuando él la diese) no es otra cosa, que un corto bien, y un gran mal eterno; al contrario, la de Cristo es un corto padecer, y un gozar sin fin, sin duda cobrareis grande ánimo para no dejaros llevar de las engañosas ofertas y vanas promesas del demonio, y seguir de veras al Salvador.

BANDERA DE LUCIFER.

   Pónganse, pues, delante de los ojos a Lucifer, príncipe de las tinieblas y tirano del mundo, que en medio de Babilonia está sentado sobre un trono lleno de fuego y humo, al rededor un cortejo terrible de demonios, conjurados para hacer daño al género humano, y a destruir el reino de Cristo. Mírese lo horrible de su semblante, la frente altiva y llena de soberbia, los ojos fieros y encendidos, a guisa de cometas, la boca sangrienta y arrabiada, que está respirando amenazas y estragos. Pues si bien él por sí mismo, (a ley de espíritu) no tiene forma alguna corporal; no obstante, cuando toma alguna para aparecerse, es espantosa, proporcionada a la monstruosa condición de su espíritu: y si tal vez toma alguna forma juguetona o lisonjera, para atraernos con engaños, sus juegos acaban en terrores y espantos, y la vana apariencia en estragos y ruinas. Viene como serpiente de hermoso color y forma halagüeña, que juega y abraza para escupir su veneno.

   Aquí levanta y tremola su bandera, cuya insignia son pintadas en ella figuras feas, placeres abominables, odios, homicidios, tesoros, que se desvanecen y paran en humo. Convida con un tono de voz formidable, y juntamente lisonjera, a los míseros mortales, para que le sigan: (Sap. 2.) venid conmigo a gozar de los bienes que os ofrezco, daos a los pasatiempos, mientras os lo permite la juventud: coronaos de rosas, antes que se marchiten; Nullum pratum sit, quod non pertranseat luxuria nostra: No hay una pradera sea libre, que no escapan a nuestra revuelta: no hay flor de deleite, que no se coja: alargad las riendas al apetito, ya que sois de naturaleza deleznable.

   Poneos en grande estimación en el mundo, porque los honores y dignidades son los verdaderos bienes del hombre: poned todo vuestro estudio e industria en adquirir y amontonar riquezas, que son el único medio para haceros grandes en la tierra, y para comprar los placeres, que regalan los sentidos: yo no pongo otras leyes a mis soldados que los dictámenes de su concupiscencia, y vivir al gusto.

   Estas, y peores máximas propone Lucifer, derechamente opuestas a los preceptos de Cristo, para arruinar el mundo. A tanto le estimula el odio implacable contra Dios, cuya justicia vengadora experimenta: y quisiera, a pesar suyo, privarle del servicio y obsequio de sus criaturas: después la ambición de su soberbísimo espíritu, a fin que los hombres antes le sirvan a él cruelísimo tirano, que al Criador, su legítimo Rey. Finalmente, le punza la rabiosa envidia, porque el hombre no llegue a gozar la felicidad del cielo, de que él cayó con eterna ruina.