domingo, 26 de julio de 2020

MONSEÑOR LEFEBVRE Y EL FIN DE LOS TIEMPOS – III – (una lectura imperdible, de gran actualidad)



LAS DOS BESTIAS - DOS CONGRESOS
Homilía del 19 de noviembre de 1989


   Ahora os diré algunas palabras sobre la situación internacional. Me parece que tenemos que reflexionar y sacar una conclusión ante los acontecimientos que vivimos actualmente, que tienen bastante de apocalípticos.

   Es algo sorprendente esos movimientos que no siempre comprendemos bien; esas cosas extraordinarias que suceden detrás, y ahora a través, de la cortina de acero.

   No debemos olvidar, con ocasión de estos acontecimientos las previsiones que han hecho las sectas masónicas y que han sido publicadas por el Papa Pío IX. Ellas hacen alusión a un gobierno mundial y al sometimiento de Roma a los ideales masónicos; esto hace ya más de cien años.

   No debemos olvidar tampoco las profecías de la Santísima Virgen. Ella nos ha advertido. Si Rusia no se convierte, si el mundo no se convierte, si no reza ni hace penitencia, el comunismo invadirá el mundo.

   ¿Qué quiere decir esto? Sabemos muy bien que el objetivo de las sectas masónicas es la creación un gobierno mundial con los ideales masónicos, es decir los derechos del hombre, la igualdad, la fraternidad y la libertad, comprendidas en un sentido anticristiano, contra Nuestro Señor.

   Esos ideales serían defendidos por un gobierno mundial que establecería una especie de socialismo para uso de todos los países y, a continuación, un congreso de las religiones, que las abarcaría a todas, incluida la católica, y que estaría al servicio del gobierno mundial, como los ortodoxos rusos están al servicio del gobierno de los Soviets.

   Habría dos congresos: el político universal, que dirigiría el mundo; y el congreso de las religiones, que iría en socorro de este gobierno mundial, y que estaría, evidentemente, a sueldo de este gobierno.

   Corremos el riesgo de ver llegar estas cosas. Debemos siempre prepararnos para ello.



    Fuente: Páginas Celebres de Monseñor Marcel Lefebvre

sábado, 25 de julio de 2020

“Habéis olvidado el sentido de la libertad” – DECLARACIONES DE ALEKSANDR SOLZHENITSYN – (Autor de la obra “Archipiélago Gulag”)





 Reproducimos las declaraciones del “Premio Nobel ruso” aparecido recientemente en el semanario francés “Le Point” y en “ABC” de Madrid.

   “Si ellos me matan, autentificarán todo lo que he escrito. Si no me matan, proseguiré contando la historia de mi país, y millones de hombres conocerán la verdad..., puesto que la verdad es una tempestad. Voy a decir cuál es mi fuerza: yo no soy un personaje político, no soy más que un escritor. Las maniobras pueden quedar frustradas, las ambiciones rotas, las palabras no pueden ser amordazadas.”

“Yo no soy un especialista de Occidente. Hace tan sólo dos años que observo su interior. Puedo escoger: callarme o hablar. Pero he elegido de una vez por todas decir aquello que es verdad. El mundo occidental llega a un momento decisivo. Se va a jugar en los próximos años la existencia de la civilización que ha creado. Y pienso que no es consciente de ello. No me fundo en la crisis económica que sufre, puesto que es capaz de superarla. Tampoco en la crisis política. Me apoyaré sobre la que es necesaria calificar de crisis espiritual. Tenéis la impresión de que las democracias pueden durar. Las democracias son islas perdidas en el inmenso río de la Historia. El agua sube. Las leyes históricas más simples juegan contra las sociedades democráticas. Pero esta evidencia no se hunde en vuestros ojos.”

   Habéis olvidado el sentido de la libertad. La libertad desemboca sobre la virtud y el heroísmo. El tiempo ha erosionado vuestra noción de libertad. Habéis conservado la palabra y fabricado otra noción; una pequeña libertad, que no es sino una caricatura de la grande; una libertad sin obligación y sin responsabilidad, que acaba, todo lo más, en el goce de los bienes. De hecho, sé que todo depende de vosotros: de este pequeño trozo de Europa occidental que teme que le falte el petróleo; de esa inmensa América, que no acaba de meditar sobre sí misma. El comunismo no es un fenómeno ruso. Se ha implantado en Rusia y se ha servido en Rusia. Mañana también puede implantarse entre vosotros y servirse de vosotros. Todo depende, misteriosamente, de la resolución individual de cada uno. Jamás el porvenir del planeta ha dependido tanto de tan pocos hombres. Creo que la primera regla para todo el mundo es no aceptar la mentira: en nosotros y en vosotros. Decir la verdad es hacer que renazca la libertad, sin tener en cuenta presiones, intereses o modas. Decir aquello que se sabe, ser auténtico, y repetirlo. Y si algunos se alzan de hombros, repetirlo de nuevo. Y poner la voluntad y la inteligencia al servicio de la verdad.”


“Revista CRISTIANDAD de 1976”

miércoles, 22 de julio de 2020

“Sedme viril” – Santa Catalina de Siena – Por el padre Alfredo Sáenz S.J.





   Poco antes de comenzar su vida pública, Dios se había dirigido a ella para decirle: “Sé viril y enfréntate valientemente con todas las cosas que de aquí en adelante mi Providencia te presentará.” Dicho apercibimiento la marcó de manera categórica. Ella comprendía, sin duda, lo ciclópeo de la tarea que Dios le encomendaba. El mundo estaba gravemente enfermo; la Iglesia, herida en sus miembros más relevantes. ¿Qué hacer para encontrar el remedio?, le preguntó a Dios, “ya que mi alma está dispuesta a tomarlo virilmente”. Así procuraría durante toda su vida caminar esforzadamente por el camino del Verbo, aguantando lo que fuere, oprobios y ultrajes.

   Dios le había pedido que fuese viril, y ella quiso que dicha virilidad se contagiase a los demás. Tanto en sus cartas como en el Diálogo se encuentra a cada paso una exhortación a obrar “virilmente”, sea que se dirija a pecadores, sea que le escriba al mismo Papa. Así a un adúltero le amonesta: “¡Ay! ¡Ay! Seamos hombres; ahoguemos en nosotros el placer femenino (il piacere femminile) que ablanda el corazón y lo hace pusilánime.” Al papa Urbano VI le escribe: “Sedme todo viril, con un temor santo de Dios.” Lo mismo le había aconsejado a su antecesor, Gregorio XI, débil e irresoluto: “Sedme hombre viril y no temeroso.” Y en carta posterior: “Largo tiempo deseé veros hombre viril y sin temor alguno, aprendiendo del dulce y enamorado Verbo que virilmente corre a la oprobiosa muerte de la santísima cruz, para cumplir la voluntad del Padre y nuestra salvación.” Al cardenal Pedro de Ostia, legado pontificio, le confiesa: “Deseaba veros hombre viril y sin temor.” Se ve que era un reclamo recurrente.

   Incluso cuando sus corresponsales eran mujeres, las exhortaba igualmente a la virilidad. A la reina Juana de Nápoles, que en los tiempos del cisma y de los antipapas había cambiado de parecer respecto de la legitimidad de Urbano VI, le dice que ha obrado “colla condizione della femmina che non ha fermezza”, con la condición de la mujer que no tiene firmeza. Si cambia de comportamiento, agrega, “demostraréis haber perdido la condición de mujer y ser hecha «hombre viril»; de lo contrario, demostrareis ser mujer sin ninguna estabilidad”. En el servicio de Dios, Catalina no admitía debilidades ni ternuras excesivas. Por “femenino” entendía “el amor compasivo de sí mismo”, la blandura, la pusilanimidad, los compromisos y contemporizaciones. Ella estaba en las antípodas de dicha tesitura.

   No deja de ser reveladora a este respecto la reacción que tuvo frente a una actitud timorata de fray Raimundo, su padre e hijo a la vez. Cuando este buen fraile se enteró de que el papa Urbano quería que Catalina fuese en misión a la reina Juana de Nápoles, persona de malas entrañas, le señaló al Santo Padre lo peligroso que resultaba dicho encargo, ya que allí iría indefensa, sólo con otra mujer. El Papa aceptó estas razones, por lo que Catalina bramó de indignación. “¡Si Catalina [de Alejandría], Margarita, Inés y las otras santas vírgenes hubieran obrado con una pusilanimidad semejante, no habrían conquistado jamás la corona del martirio!” En otra ocasión, viajando Raimundo al norte de Italia, le advirtieron que los cismáticos le podrían tender una emboscada, y de acuerdo con el Papa, se quedó en Génova para predicar contra ellos. Al saberlo, Catalina le escribió: “No sois aún digno de combatir en el campo de batalla; os habéis quedado atrás como un niño; habéis huido voluntariamente del peligro, y os habéis regocijado por ello. Oh mal padrecito (cattivello padre mío), ¡qué dicha para vuestra alma y para la mía si con vuestra sangre hubierais cimentado una piedra de la santa Iglesia!... Perdamos nuestros dientes de leche y tengamos en su lugar los dientes sólidos del odio y del amor. Vistámonos la coraza de la caridad y el escudo de la santa fe, y corramos como hombres al campo de batalla; mantengámonos firmes con una cruz delante y otra detrás, para que nos sea imposible huir... Sumergios en la sangre de Cristo crucificado, bañaos en esa sangre, hartaos de esa sangre, embriagaos con esa sangre, vestíos de esa sangre, llorad sobre vosotros mismos en esa sangre, alegraos en esa sangre, creced y fortificaos en esa sangre, curaos de vuestra debilidad y ceguera con la sangre del Cordero sin mancilla... No digo más.” Otra vez, le reprochó con impaciencia: “Cuando se trata de prometer obras y sufrimientos por la gloria de Dios, os mostráis un hombre; no me resultéis luego hembra cuando llega el momento de realizarlo.” Se ve que Raimundo era proclive a la timidez y a la pusilanimidad, a pesar de ser un hombre sumamente virtuoso, como luego lo reconocería la Iglesia declarándolo Beato. Ya en la última época de su vida, Catalina le escribiría una vez más: “Cuidad de que no os vea tímido, y de que vuestra sombra no os dé miedo. Sed, en cambio, viril combatiente.”


“EL PENDÓN Y LA AUREOLA”
Ediciones Gladius 2002

lunes, 20 de julio de 2020

EL REINO DE DIOS Y EL REINO DE SATANÁS – POR PEDRO SCHUMACHER, OBISPO DE PORTOVIEJO.





La Iglesia y la Francmasonería con el Liberalismo.


I. La Iglesia — El Reino de Dios.


   “El linaje humano, después de haberse rebelado contra Dios, se dividió en dos partidos distintos y opuestos. El uno es el Reino de Dios en la tierra; el otro es el Reino de Satanás, en cuyo poder y dominio están los que no quieren obedecer a la ley divina y eterna.” (Palabras de León XIII Enc. Humanum Genus.)


   1. ¿De quién traen su origen las sociedades civiles?
   Las sociedades civiles traen su origen de Dios, quien es Criador y supremo y soberano Ordenador de cuanto existe en el universo.


   2. ¿Por qué se debe reconocer a Dios por Autor y soberano Señor de la sociedad civil?
   Dios es el Autor y Señor de la sociedad civil primero, porque El crió al hombre en tales condiciones que debe buscar la sociedad de sus semejantes; segundo porque el mismo Dios comunicó al hombre la razón y la facultad de hablar que son los medios principales para organizar una sociedad y vivir en ella.
   “La naturaleza, o mejor dicho Dios, Autor de la naturaleza, quiere que los hombres vivan en sociedad: lo demuestran claramente ya la facultad del lenguaje, la más poderosa mediadora de la sociedad, ya el número de las necesidades innatas en el alma, y muchas de las cosas necesarias e importantísimas que los hombres, si viviesen solitarios, no podrían procurarse y que se procuran unidos y asociados entre sí.” (Palabras de León XIII. Enc. De Soc. Civ.)


   3. ¿Cuál es el fin que Dios ha señalado a la sociedad civil?
   El fin para el cual los hombres, movidos por la naturaleza, se reúnen en sociedad civil es que cada uno alcance los medios para llegar al fin que Dios le ha señalado, y es verdadero bienestar temporal en esta vida y felicidad eterna en la vida futura.
   El Papa León XIII precisa de la manera siguiente el fin y objeto de la sociedad civil en su Encíclica sobre los deberes de los católicos: “El fin de toda asociación humana es ayudar a cada uno para alcanzar el fin que Dios le ha puesto. Una sociedad civil, pues, que se propusiera buscar el bienestar temporal y lo que puede hermosear y hacer agradable la vida, pero en la administración y en todos los negocios públicos no tomara en cuenta a Dios y descuidara la ley moral dada por Dios, no cumpliría con su obligación, y sólo en apariencia, pero no en realidad y verdad, sería una sociedad humana fundada en derecho.” (Enc. Sap.)


   4. ¿De qué nos sirve la razón que Dios nos ha dado para organizar la sociedad civil?
   La razón nos da a conocer la ley natural de Dios que es el fundamento firme e indispensable para el orden público, y esta misma razón, iluminada por la fe, nos habilita para conocer la revelación sobrenatural, con la cual el Hijo de Dios ha completado y perfeccionado la ley natural, y le ha añadido los conocimientos y los medios sobrenaturales necesarios para alcanzar la vida eterna.


   5. ¿Cómo llamaremos a la sociedad humana cuando es ordenada según la ley de Dios?
   La sociedad civil organizada y ordenada según la ley divina es el reino de Dios en la tierra, porque semejante sociedad reconoce a Dios por Legislador y soberano suyo; le adora y le sirve. Esto es precisamente lo que el Liberalismo llama teocracia, afectando desprecio para una teoría que tanto ennoblece a la sociedad humana, pues ¿qué cosa puede ser más gloriosa para el hombre que reconocer a Dios por Señor, según está escrito? “Le adorarán todos los reyes de la tierra: todos los pueblos le servirán.” (Salmo. 71, 11.)


   6. ¿Qué hizo Dios para establecer su reino en la tierra?
   Dios estableció su reino cuando crió al primer hombre manifestándole su ley y voluntad, pero habiéndose destruido este reino por la desobediencia de Adán, mandó Dios a su propio Hijo, nuestro Señor Jesucristo, para restaurarlo. De Él está escrito que es “Rey de los reyes y Señor de los que gobiernan”.
   Jesucristo anunció esta su misión diciendo a sus apóstoles: “Decidles: El reino de Dios ha llegado para vosotros.” (S. Lucas 10, 9.)


   7. ¿De qué manera estableció Jesucristo el reino de Dios en la tierra?
   Jesucristo nos libró del poder de Satanás, nos enseñó la ley divina y nos dió su gracia para vivir según sus preceptos, y formar de esta manera una sociedad cristiana.


   8. ¿Á quiénes encargó Jesucristo el cuidado de su reino, cuando subió a los cielos?
   Jesucristo encargó a los pastores de la Iglesia que fundó, el cuidado de extender y conservar el reino de Dios en la tierra: “Como mi Padre me envió a mí, así os mando yo a vosotros.” (S. Juan 20, 21.)  “Id y enseñad a todos los pueblos, mandadles guardar todo cuanto os he encargado.” (S. Mat. 28, 19. 20.)


   9. ¿Deben por consiguiente los pueblos y sus gobiernos obedecer a la Iglesia?
   Los pueblos y sus gobiernos deben respetar y seguir la ley de Dios y, como la Iglesia está encargada de enseñar y explicar esta ley, se sigue de aquí que la sociedad civil debe obedecer a la Iglesia en todo cuanto se relaciona con la ley de Dios; en las cosas indiferentes o puramente temporales, la Iglesia los deja libres y no pretende mandar en ellas.


   10. Pero ¿no quiso Jesucristo enseñarnos que no pretende reinar sobre los pueblos y sus gobiernos cuando dijo: “Mi reino no es de este mundo”?
   Jesucristo dijo a Pilato: “Mi reino no es de este mundo” para darnos a entender que no es el mundo quien le ha dado su potestad, sino su Padre celestial, como lo ha declarado en estas palabras: “Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padre.” (S. Mat. 11. 27.) “Todo poder me ha sido entregado en el cielo y en la tierra.” (ibid. 28, 18.).

El Reino de Satanás.

II. El Reino de Satanás — la Francmasonería y el Liberalismo.

Supervivencia del plan judío – Por el Padre Ezcurra Medrano.





   Que los judíos, a pesar de las persecuciones medievales, no abandonaron el ideal talmúdico de dominación universal, lo prueban, aparte de los hechos, numerosos testimonios de fuente israelita.

   Isaac Abravanel, estadista y filósofo judío del siglo XII, anuncia en sus comentarios sobre Jeremías: “Cuando llegará el Mesías, el hijo de David, matará a todos los enemigos. Todos los pueblos vendrán entonces al monte del Señor y quedarán sometidos a los israelitas” (Isaac Abravanel, “Comentarios sobre Jeremías”, cap. XXX.)

   Juan Reuchlin, célebre humanista del siglo XIV, profundo conocedor de las disciplinas talmúdicas, en las que fue iniciado por el judío Obadías de Sfomo, escribía lo siguiente: “Los judíos esperan con impaciencia el ruido de armas, las guerras y las ruinas de los reinos. Su esperanza consiste en un triunfo semejante al de Moisés sobre los Cananeos, que será el preludio de un glorioso retorno a Jerusalén, restaurada en su antiguo esplendor”.
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   “Esas ideas son el alma de los comentarios rabínicos sobre los profetas. Y así, en todos los tiempos, los israelitas están preparados para este acontecimiento, término supremo de las aspiraciones de la raza judía” (Cit. por Delassus, “La Conjuration Antichretienne”, T. II, pág. 690/91).

   El rabino convertido Drach, afirma en su obra “L’Eglise et la Synagogue”: “Según la doctrina enseñada por los maestros de Israel, el Mesías debe ser un gran conquistador, que someterá las naciones a la esclavitud de los judíos. Estos retomarán la Tierra Santa, triunfantes y cargados de las riquezas que habrán arrebatado a los infieles. Entonces todos los pueblos estarán sujetos a los judíos y a éstos pertenecerán los bienes y el poder de los vencidos. Es por un saludo a ese mismo triunfador y por la esperanza de los bienes que debe procurar a su pueblo, como los rabinos terminan de ordinario sus discursos”. (Cit. por Delassus, Ob. cit. T. II, pág. 698.)

   Todo esto no pertenece al pasado. En nuestros días, por el contrario, los judíos parecen presentir cercano el triunfo y hablan de él sin eufemismos, aunque luego protesten cuando los cristianos se los hechan en cara. “Salimos de una noche larga y obscura, llena de terrores ––dice Alfred Nossig–– Ante nuestras miradas se extiende un panorama de dimensiones gigantescas, el globo terráqueo. Allí nos lleva nuestro camino. Divisamos aún sobre nuestras cabezas grandes nubes de tormenta. Centenares de los nuestros pagan todavía con la vida su fidelidad a nuestro pacto. ¡Pero ya suena la aurora de nuestro día, el nuestro!”. (Alfred Nossig, “Intégrales judentum" (1922), pág. 21.)

   “La unidad del género humano se efectuará por la unidad religiosa ––dice otro judío contemporáneo, Isidoro Loeb –– Las naciones se reunirán para llevar sus ofrendas al pueblo de Dios. Toda la fortuna de las naciones pasará al pueblo judío, el fruto de los graneros de Egipto, los ahorros de Etiopía, le pertenecerán; marcharán ellos en cadena detrás del pueblo judío, como si fuesen cautivos, y se prosternarán delante de él” (Isidore Loeb, “La littérature des pauvres dans la Bible” (1892, págs. 218/19.)
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   Pero ese ideal continúa siendo activo y no meramente contemplativo. Continúa requiriendo, lo mismo ahora que hace quince siglos, un plan de acción y una autoridad que lo ejecute.

sábado, 11 de julio de 2020

MONSEÑOR LEFEBVRE Y EL FIN DE LOS TIEMPOS. II





TIEMPO DE TINIEBLAS
Homilía de Octubre de 1987


Hemos llegado, yo pienso, al tiempo de las tinieblas.

   Debemos releer la segunda epístola de San Pablo a los tesalonicenses, que nos anuncia y nos describe, sin indicación de duración, la llegada de la apostasía y de una cierta destrucción:

“…Que nadie os engañe de ninguna manera. Primero tiene que venir la apostasía y manifestarse el Hombre impío, el Hijo de perdición, el Adversario que se eleva sobre todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de adoración, hasta el extremo de sentarse él mismo en el Santuario de Dios y proclamar que él mismo es Dios… Porque el misterio de la iniquidad ya está actuando. Tan sólo con que sea quitado de en medio el que ahora le retiene. Entonces se manifestará el Impío, a quien el Señor destruirá con el soplo de su boca, y aniquilará con la Manifestación de su Venida” (2: 1-8).

   Es necesario que un obstáculo desparezca. Los Padres de la Iglesia han pensado que el obstáculo era el imperio romano. Ahora bien, el imperio romano ha sido disuelto y el Anticristo no ha venido.

   No se trata, pues, del poder temporal de Roma, sino del poder romano espiritual, el que ha sucedido al poder romano temporal.

   Para Santo Tomás de Aquino se trata del poder romano espiritual, que no es otro que el poder del Papa.

   Yo pienso que verdaderamente vivimos el tiempo de la preparación a la venida del Anticristo. Es la apostasía, es el desmoronamiento de Nuestro Señor Jesucristo, la nivelación de la Iglesia en igualdad con las falsas religiones.

   La Iglesia no es más la Esposa de Cristo, que es el único Dios.

   Por el momento, es una apostasía más material que formal, más visible en los hechos que en la proclamación. No puede decirse que el Papa es apóstata, que ha renegado oficialmente de Nuestro Señor Jesucristo; pero en la práctica, se trata de una apostasía.

   Nota del blog Si vis pacem, parabellum: Recordemos que Monseñor Lefebvre jamás vió el pontificado del Papa actual ni del anterior (Benedicto XVI). ¿Qué hubiera pensado?... ¿Qué hubiera dicho?...



   Fuente: Páginas Celebres de Monseñor Marcel Lefebvre

lunes, 6 de julio de 2020

Antonio Caponnetto - El deber Cristiano de la lucha. (Vídeo).





Si es o no deber de todo cristiano luchar contra la Masonería – Por el presbítero Don Félix Sardá y Salvany





   JESUCRISTO, Hijo de Dios vivo, al abandonar en cuanto a su presencia visible este mundo, para volver al seno de su Padre, bien que prometiendo estar siempre con su Iglesia para como Cabeza suya dirigirla y ampararla y defenderla, quiso, no obstante, fuésemos los hijos de ella quienes por nuestra parte cooperásemos todos con el esfuerzo, por decirlo así, de nuestros propios brazos, a su conservación y defensa.

—Esto es evidente.

—Como no lo es menos lo que se deduce.

   De ahí nacen para el cristiano dos órdenes de deberes: unos relativos a su santificación y salvación individual; otros relativos al fomento y sostén de la Sociedad divina de que forma parte. De un modo parecido a la doble obligación que al hombre compete en su vida civil: una como particular y miembro o jefe de tal o cual familia; otra como público ciudadano de la patria común a la cual le ligan lazos no menos inviolables.

—También eso paréceme fuera de discusión.

—No hablemos hoy de los infelices cristianos de solo bautismo, y por tanto casi de solo nombre, que llevando costumbres enteramente ajenas a aquella su profesión gloriosísima, resultan verdaderos gentiles prácticos, en algún modo de peor género que los que por desconocimiento absoluto de la fe nacen y viven y mueren en la verdadera material infidelidad. Contrayendo nuestra consideración a los que por el tenor general de su vida suelen llamarse y reconocerse con el dictado de buenos cristianos, hay todavía muchos de éstos que, atentos sólo al cumplimiento de sus deberes privados o individuales, desconocen y olvidan o siquiera atienden menos los otros deberes públicos y por decirlo así sociales, que igualmente les impone la profesión dicha en orden a la Iglesia católica, de la que por el Bautismo fueron hechos miembros y por la Confirmación soldados.(…)

MONSEÑOR LEFEBVRE Y EL FIN DE LOS TIEMPOS





“ROMA ESTÁ EN TINIEBLAS”
Homilía del 29 de junio de 1987


   El liberalismo se convirtió en el ídolo de nuestro tiempo moderno, un ídolo que ahora se adora en la mayoría de los países del mundo, incluso en los países católicos.

   Es esta libertad del hombre frente a Dios, que desafía a Dios, que quiere hacer su propia religión, de los derechos humanos sus propios mandamientos, con sus asociaciones laicas, con sus Estados laicos, con una enseñanza laica, sin Dios, he aquí el liberalismo.

   ¿Cómo es posible que las autoridades romanas fomenten y profesen este liberalismo en la declaración de Vaticano II sobre la Libertad Religiosa? Porque no se trata de otra cosa, lo cual, que a mi juicio, es muy grave.

   Roma está en tinieblas, en las tinieblas del error. Nos es imposible negarlo.

   ¿Cómo pueden soportar nuestros ojos de católicos, y con mayor razón nuestros ojos de sacerdotes ese espectáculo que se pudo ver en Asís, en la iglesia San Pedro que se dio a los budistas para celebrasen su culto pagano? ¿Es concebible verlos hacer su ceremonia pagana delante del tabernáculo de Nuestro Señor Jesucristo, vacío sin duda, pero coronado por su ídolo, por Buda, y eso en una Iglesia Católica, una iglesia de Nuestro Señor Jesucristo?
BUDA EN ASÍS.

   Son hechos que hablan por ellos mismos. Nos es imposible concebir un error más grave.

  ¿Cómo pudo realizarse esto? Dejemos la respuesta al Buen Dios. Es Él quien guía todas las cosas. Es Nuestro Señor Jesucristo el Señor de los acontecimientos.

   Es Él quien conoce el futuro de esta influencia de los errores sobre Roma y sobre las más Altas Autoridades, desde el Papa y los Cardenales pasando por todos los obispos del mundo. Ya que todos los obispos del mundo siguen las falsas ideas del Concilio sobre el ecumenismo y el liberalismo.

   ¡Solo Dios sabe dónde eso va a terminar!

   Pero, para nosotros, si queremos seguir siendo católicos y si queremos seguir la Iglesia, nosotros tenemos deberes imprescriptibles. Tenemos graves deberes, que nos obligan en primer lugar a multiplicar los sacerdotes que creen en Nuestro Señor Jesucristo, en su Realeza, en su Realeza social, según la doctrina de la Iglesia.


   No es un combate humano.  Estamos en la lucha con Satanás.

   Es un combate que pide todas las fuerzas sobrenaturales de las que tenemos necesidad para luchar contra el que quiere destruir la Iglesia radicalmente, que quiere la destrucción de la obra de Nuestro Señor Jesucristo.

   Lo quiso desde que Nuestro Señor nació y él quiere seguir suprimiendo, destruir su Cuerpo Místico, destruir su Reino, y a todas sus instituciones, cualquiera que fueran.

   Debemos ser conscientes de este combate dramático, apocalíptico en el cual vivimos y no minimizarlo.

   En la medida en que lo minimizamos, nuestro ardor para el combate disminuye.

   Nos volvemos más débiles y no nos atrevemos a declarar más la Verdad. No nos atrevemos a declarar más el reino social de Nuestro Señor porque eso suena mal a los oídos del mundo laico y ateo.

   Decir que Nuestro Señor Jesucristo debe reinar en las sociedades parece al mundo una locura. Se nos toma por atrasados, retrasados, solidificados en la Edad Media. Todo eso pertenece al pasado. Hay que terminar con esto. Es un tiempo pasado. No es ya tiempo de que Nuestro Señor Jesucristo pueda reinar en las Sociedades.

   Podríamos, quizá, padecer un poco la tendencia a tener miedo de esta opinión pública que está contra nosotros, porque nosotros, afirmamos la Realeza de Nuestro Señor.

   No nos asombremos, pues, de que las manifestaciones que pudiésemos realizar en favor de la Realeza social de Nuestro Señor suscite ante nosotros un ejército dirigido por Satanás para impedir crecer nuestra influencia, destruirla incluso.

   La apostasía anunciada por la Escritura llega. La llegada del Anticristo se acerca. Es de una evidente claridad. Ante esta situación totalmente excepcional, debemos tomar medidas excepcionales


Fuente: PÁGINAS CÉLEBRES DE MONSEÑOR LEFEBVRE.



viernes, 3 de julio de 2020

El hombre que sufre persecución – “El Cardenal Píe” (Por el Padre Alfredo Sáenz S.J.). Sobre los Ministros Sagrados de la Iglesia.





   Una tesitura semejante en un obispo, de contemplación y combate, de humildad y parresia, necesariamente suscitará la contradicción. La causa de la misma no debe ser buscada en el campo psicológico o sociológico, como si la persecución fuese la lógica respuesta a las intemperancias de un obispo de carácter particularmente vivo. Pie lo ha explicado con gran claridad poniendo estas palabras en boca de sus adversarios: “La barrera insuperable entre vosotros y nosotros es la altura de vuestra misión tal cual os obstináis en  comprenderla. Que tengáis el cuidado de nuestras almas, que nos prediquéis el deber privado, a todo eso consentimos. Pero que, en la esfera de las cosas públicas, opongáis vuestros dogmas a nuestros principios; que afirméis los derechos de Dios en contradicción con nuestros Derechos del hombre; que habléis en nombre del cielo a propósito de los intereses de la tierra; que hagáis del cristianismo la regla de las instituciones y de las leyes humanas; en fin, que os pertenezca pronunciar la última palabra de la ortodoxia sobre las atribuciones de la ciencia, de la libertad, de la autoridad: he aquí lo que espíritus modernos, espíritus esencialmente laicos, no os concederán jamás. Allí está el muro de separación entre vosotros y nosotros.”

   Puesto el enfrentamiento en este nivel, se comprende fácilmente que cuando no hay persecución de parte de las doctrinas o poderes enemigos de Cristo, señal es que el testimonio episcopal no resulta suficientemente categórico. “La oposición que se hace a nuestro sacerdocio ­–afirma Pie– no se dirige a nosotros mismos, sino a nuestra calidad de embajadores de Dios, de representantes de Cristo, de intérpretes de su doctrina y de su ley.”  Ya lo había dicho con claridad la Escritura por boca del mismo Dios a Samuel, cuando el pueblo, no queriendo seguir más a éste, solicitó del Señor un rey como los demás pueblos: “No es a ti a quien rechazan sino a Mí, para que no reine sobre ellos” (1 Sam 8, 7).

   Esta persecución de parte de los enemigos de la doctrina de Cristo se hace más incisiva en las épocas de convulsión. Como bien señala Mons. Pie, el obispo que se esfuerza por ser tal en los días de crisis, debe estar preparado para toda suerte de represalias. Amplia experiencia tuvo de ello, sufriendo innúmeros ataques y calumnias. Guardias en torno a su residencia, comisarios en medio de sus fieles durante la Santa Misa, policías de civil en las naves de la catedral. No era, por cierto, la primera vez que ello sucedía en la historia de la Iglesia. El mismo Pie recuerda lo que los historiadores Sócrates y Sozómenes nos dejaron consignado sobre los hechos sucedidos en el interior de la basílica principal de Constantinopla, en tiempos de San Juan Crisóstomo, y la vigilancia que allí ejercían los servidores y eunucos del palacio imperial, contiguo a dicha basílica. En ocasiones, su palabra sólo podía hacerse oír en el templo, aún bajo estrecha vigilancia, como acabamos de ver. “Pues bien, reservándonos, a ejemplo del gran Apóstol, la plenitud de nuestros derechos de ciudadano, hablaremos en el templo, y allí golpearemos con censuras y anatemas los errores que nuestra jurisdicción pastoral se ve impedida de perseguir mediante la enseñanza y la controversia en el terreno de la publicidad. Nadie se habrá imaginado, sin duda, que los centinelas de la fe podían resignarse a asistir, con el arma en el brazo, pasivos e inmóviles, al saqueo de la ciudad santa y al derrumbe de todos los principios religiosos y sociales cuya custodia espiritual les ha sido confiada. Cuando quisieron prohibir terminantemente a los Apóstoles hablar en nombre de Jesucristo, ellos respondieron: «No podemos no hablar, non pos-sumus... non loqui» (Act 4, 20).”

   Podríase decir que el Obispo de Poitiers no conoció casi un instante de serenidad en el ejercicio de sus funciones. Sin embargo las persecuciones en modo alguno detuvieron el curso de su acción pastoral sino que, por el contrario, lo llenaron de consolación. “Nuestros antepasados, mucho más valientes, es verdad, y más osados que nosotros, soportaron muchas otras vejaciones. El período final del mundo traerá pruebas mucho más graves aún; ellas nos han sido predichas, y debemos siempre mantenernos prestos como si tales pruebas estuviesen destinadas a nosotros mismos.”

   Es demasiado fogoso, decían de él, rompe la cohesión del episcopado. No era sino una buena excusa para rechazar la doctrina que enseñaba. Pero tales acusaciones no lo arredraban: “Mantengo lo que he dicho en todos sus términos, y estoy orgulloso de ello ya que me valió el honor de ser colocado [...] entre «esos espíritus ardientes y apasionados que ponen a la Iglesia en peligro, entre esas naturalezas arrebatadas que obstaculizan en vez de ayudar a sus venerables colegas, comprometen las ideas que querrían defender, y paralizan lo que la sabiduría y la prudencia de los otros podrían hacer de bueno» [...] Desde hace quince siglos los reyes de la tierra han tenido que sufrir mucho más de las complacencias que de las resistencias del episcopado.”

miércoles, 1 de julio de 2020

La “gripe española”: ¿Fue creada por el hombre?





Nota Nuestra: Pongan atención en este artículo a la explicación de Mueller sobre el llamado “doble golpe gripal”…

   En 1948, Heinrich Mueller, ex je fe de la Gestapo, dijo a su interrogador de la CIA que la peste más devastadora de la historia humana había sido creada por el hombre. Se refería a la pandemia de gripe de 1918-1919 que infectó al 20% de la población mundial y mató entre 60 y 100 millones de personas. Grosso modo, tanto como tres veces los muertos y heridos de la I GM, y es comparable a las pérdidas de la segunda. Mueller ha dicho que la gripe había sido concebida como arma de guerra bacteriológica del ejército de Estados Unidos. Quedando fuera de control por razones desconocidas, habría infectado las filas del ejército de Estados Unidos en Camp Riley, Kansas, en marzo de 1918, antes de propagarse por todo el mundo. De hecho, los síntomas en 1918 eran tan poco comunes que en un principio la gripe fue diagnosticada como del dengue, del cólera, y del tifus. Otra característica poco común de esta pandemia es que la mayor parte del tiempo abatía los jóvenes adultos, con 99% de decesos en menores de 65 años, de los cuales más de la mitad eran jóvenes adultos de 20 a 40 años. Es poco común ya que la gripe normalmente es más mortal entre los muy jóvenes (menos de dos años) y entre los más ancianos (más de 70 años).

La fuente de Mueller.

   Luego de una conferencia nazi en Berlín en 1944 a propósito de la guerra bacteriológica, el general Wálter Schréiber, jefe del Cuerpo Médico del ejército alemán, le dijo a Mueller que él había pasado dos meses en Estados Unidos de América en 1927 entrevistándose con sus pares. Estos le dijeron que el “llamado doble golpe viral” (es decir la gripe española) había sido desarrollado y utilizado durante la guerra de 1914. Pero, según Mueller, “quedó fuera de control y, en lugar de matar a los alemanes que para la época estaban rendidos, se volvió contra ellos, y contra casi todos los otros”. Extraído de “Gestapo Chief: The Interrogation o f Heinrich Mueller” (Jefe de la Gestapo: EI interrogatorio de Heinrich Mueller), Vol. 2, por Gregory Douglas, p. 106. James Kronthal, el interrogador, jefe del destacamento de la CIA de Berna pidió a Mueller que explique lo del “doble golpe viral”. Mueller: “Yo no soy médico, usted comprenderá, pero el “doble golpe” se relacionaba a un virus, o en realidad a un par de virus que obraban sobre los combatientes profesionales. El primer golpe atacaba e l sistema inmunitario y volvía a la víctima sensible, y así lo condenaba al segundo golpe que era una forma de neumonía... (Schreiber me ha dicho) que un científico británico lo había desarrollado realmente... Ahora, usted verá porqué tales cosas son de locura. Esas cosas pueden modificarse a sí mismas y lo que comienza como algo limitado puede cambiarse en algo verdaderamente terrible”. En el contexto de la guerra fría, dijo Mueller: “Si Stalin invadía Europa... una pequeña enfermedad aquí y allá hubiera eliminado sus hordas dejando todo intacto. A demás, una pequeña botella con gérmenes es mucho mejor mercado que una bomba atómica, ¿no es así? Por otra parte, la amenaza de guerra... hace maravillas... para la economía”.


FUENTE: Suplemento Patria Argentina – Boletín del CCP Nro 151 – Año XV (15/10/2009)