“ROMA ESTÁ EN TINIEBLAS”
Homilía del 29 de junio de 1987
El liberalismo se convirtió en el ídolo de
nuestro tiempo moderno, un ídolo que ahora se adora en la mayoría de los países
del mundo, incluso en los países católicos.
Es esta libertad del hombre frente a Dios,
que desafía a Dios, que quiere hacer su propia religión, de los derechos
humanos sus propios mandamientos, con sus asociaciones laicas, con sus Estados
laicos, con una enseñanza laica, sin Dios, he aquí el liberalismo.
¿Cómo es posible que las autoridades romanas
fomenten y profesen este liberalismo en la declaración de Vaticano II sobre la
Libertad Religiosa? Porque no se trata de otra cosa, lo
cual, que a mi juicio, es muy grave.
Roma está en tinieblas, en las tinieblas del
error. Nos es imposible negarlo.
¿Cómo
pueden soportar nuestros ojos de católicos, y con mayor razón nuestros ojos de
sacerdotes ese espectáculo que se pudo ver en Asís, en la iglesia San Pedro que
se dio a los budistas para celebrasen su culto pagano? ¿Es concebible verlos
hacer su ceremonia pagana delante del tabernáculo de Nuestro Señor Jesucristo,
vacío sin duda, pero coronado por su ídolo, por Buda, y eso en una Iglesia
Católica, una iglesia de Nuestro Señor Jesucristo?
BUDA EN ASÍS. |
Son hechos que hablan por ellos mismos. Nos
es imposible concebir un error más grave.
¿Cómo
pudo realizarse esto? Dejemos la respuesta al Buen Dios. Es Él quien guía
todas las cosas. Es Nuestro Señor Jesucristo el Señor de los acontecimientos.
Es Él quien conoce el futuro de esta
influencia de los errores sobre Roma y sobre las más Altas Autoridades, desde
el Papa y los Cardenales pasando por todos los obispos del mundo. Ya que todos
los obispos del mundo siguen las falsas ideas del Concilio sobre el ecumenismo
y el liberalismo.
¡Solo Dios sabe dónde eso va a terminar!
Pero, para nosotros, si queremos seguir
siendo católicos y si queremos seguir la Iglesia, nosotros tenemos deberes
imprescriptibles. Tenemos graves deberes, que nos obligan en primer lugar a
multiplicar los sacerdotes que creen en Nuestro Señor Jesucristo, en su
Realeza, en su Realeza social, según la doctrina de la Iglesia.
No es un combate
humano. Estamos en la lucha con Satanás.
Es un combate que pide todas las fuerzas sobrenaturales
de las que tenemos necesidad para luchar contra el que quiere destruir la
Iglesia radicalmente, que quiere la destrucción de la obra de Nuestro Señor
Jesucristo.
Lo quiso desde que Nuestro Señor nació y él
quiere seguir suprimiendo, destruir su Cuerpo Místico, destruir su Reino, y a
todas sus instituciones, cualquiera que fueran.
Debemos ser conscientes de este combate
dramático, apocalíptico en el cual vivimos y no minimizarlo.
En la medida en que lo minimizamos, nuestro
ardor para el combate disminuye.
Nos volvemos más débiles y no nos atrevemos
a declarar más la Verdad. No nos atrevemos a declarar más el reino social de
Nuestro Señor porque eso suena mal a los oídos del mundo laico y ateo.
Decir que Nuestro Señor Jesucristo debe
reinar en las sociedades parece al mundo una locura. Se nos toma por atrasados,
retrasados, solidificados en la Edad Media. Todo eso pertenece al pasado. Hay
que terminar con esto. Es un tiempo pasado. No es ya tiempo de que Nuestro
Señor Jesucristo pueda reinar en las Sociedades.
Podríamos, quizá, padecer un poco la
tendencia a tener miedo de esta opinión pública que está contra nosotros,
porque nosotros, afirmamos la Realeza de Nuestro Señor.
No nos asombremos, pues, de que las
manifestaciones que pudiésemos realizar en favor de la Realeza social de
Nuestro Señor suscite ante nosotros un ejército dirigido por Satanás para
impedir crecer nuestra influencia, destruirla incluso.
La apostasía anunciada
por la Escritura llega. La llegada del Anticristo se acerca. Es de una evidente
claridad. Ante esta situación totalmente excepcional, debemos tomar medidas
excepcionales
Fuente: PÁGINAS CÉLEBRES DE MONSEÑOR LEFEBVRE.
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